1 de junio de 2014

Hermanas



La quiero porque está a miles de kilómetros de mí
pero se mantiene más cerca que ninguno de los que me rodean.
La quiero porque siempre supo hacerme sonreír.
La quiero porque me da la mano y el mundo gira a mi ritmo.
La quiero porque me roza el alma y la vida
y me arregla el corazón.
La quiero porque desde que ella está en mi vida
yo sé lo que es tener una familia
lo que es tener un hogar.
Y todo a lo que haya llamado hogar
por accidente geográfico sin fallas
no era más que una parada de autobús donde daba un poco el sol.
Mi único hogar es ella. Y por eso la quiero.
La quiero porque me escribe a las 4 de la mañana
(hora española)
diciéndome que me quiere
para que así no se me olvide que nos existimos juntas
y que sin nosotras el mundo no sabría girar.
La quiero por muchas cosas.
La quiero porque me salva de naufragios sin saberlo,
atreviéndose a mirarme dentro,
atreviéndose a quedarse cerca
atreviéndose a esperarme si me quedo sin ganas de andar.
La quiero porque me abraza sin cuestionar mis decisiones.
La quiero porque me apoya en todo lo que hago.
La quiero porque es el motivo porque el que quiero ser enfermera.
La quiero porque ha querido tener el tiempo para aprenderme
y dejar que me aprenda,
aunque aún no haya terminado.
La quiero porque me cuida en los términos en que necesito ser cuidada.
La quiero porque es sincera, directa y valiente.
La quiero porque no se aleja.
La quiero porque se queda.
La quiero.

La quiero.

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