31 de marzo de 2012

Volver.

Cometí mis errores. Tú los tuyos. Y eso ahora no importa.
Te estaba esperando.
Pero no creas, nunca dejé de caminar.
Desapareciste. No sé dónde, ni con quién. Nunca supe si volverías.
Pero aquí estás.
No te aseguro que te haya echado de menos.
No te aseguro que vuelva a echarte de menos.
Dejaste tu huequito, y se esfumó.
Se esfumó con tus palabras. Algunas dolorosas, reconócelo.
Otras, lo decidiré más tarde.
¿Importante?
Todavia no puedo decir nada.
Quizá.
Aún no. Tal vez más tarde.
Pero vuelves a llamar al timbre. Y yo ahora estoy reunida.
Aún así, voy a ver quién eres. Qué quieres.
Te veo por la mirilla, desde el otro lado de la puerta.
Podría dejarte ahí. Pero eso ahora no importa.
Siempre fui una tipa sensata (o eso decían algunos de mí)
Cometí mis errores. Tú los tuyos. Y eso ahora no importa.
- Traes la camisa desgarrada. Entra.
No hablas
- Toma, ponte esta. ¿Todo bien? Vale
- Sentémonos - me dices.
- De acuerdo
- ¿Hablamos?
- Tu dirás...
(y el resto, me lo cuentas otro día)

.Una nueva oportunidad en una dirección diferente.

24 de marzo de 2012

Falls

Empiezas a import(un)a(ma)r(me).
Demasiado.
Lo suficiente como para que me moleste.

23 de marzo de 2012

Maybe



Maybe. Maybe you.

19 de marzo de 2012

No saber. Y por no saber nada, saber todo.


Es maravilloso. Estoy completamente extasiada por la incertidumbre que me produce leerte. Siempre me evocas. A mí y a algo más. Siempre algo diferente. Algo distinto. Diáfano. Pero hoy no. Sorprendentemente cristalino. Transparente. No sé qué pensar, ni qué decir. No sé qué sentir, ni si quiera qué advertir. ¿Acaso no sepa ni qué leer? Llega a ser conmovedor, sin serlo del todo. Tranquilo, sin necesidad de respirarlo. Difuso, como si tuviese miopía. Realmente, y aunque ahora esté ordenando toda esa nada de sentimientos, no hay. No existe. ¿Indiferencia? Si quiera un atisbo, pero ni aún así.
Y entonces, ¿qué hacemos? No sé qué debo sentir. Así que prefiero no hacerlo…
¡Pero es imposible!, ¡inevitable!, ¡inaguantable! Dímelo. Dime qué debo. Dime lo que sea. Pero dime. Aclárame. Aclárame despacio. Hazme escultura. Cuéntame con cada verso. Acaríciame la cara. Pero evócame. No me dejes llena. Ni si quiera vacía. Es fácil: sólo no me dejes. Porque si lo haces… ¡oh no! ¡no quiero ni pensar qué pasa si me abandonas a la inmensidad de mi ser! Aunque, tal vez, no sea tan enorme. Tan sólo un pequeño espacio (ni si quiera mío) de retales que recubren las paredes. De trozos de colchas viejas, deshilachadas, descubiertas.
No puedes hacerme esto. No puedes dejarme a la intemperie. Debes decirme qué debo sentir, y cómo debo sentirlo. Con qué intensidad, con qué color, con qué palabras, con qué pincel. Con qué ojos y con qué boca. Pero debes decírmelo, porque si no… si no, no lo sé.
No sé qué eres, ni quién eres. Qué quieres decir, ni que quieres callar. No sé si eres rosa, verde o blanca. No sé, si acaso debieras ser colibrí o libélula. Van Gogh o el pintor deambulante de la plaza de sol. Blanca o Lucía. Ciertamente indefinida. Zapatos. Pies. Cigarrillos. Nubes. Terrazas (que eso sí a quedado claro… o tal vez no) Pasillos. Música, teatro, danza, canto. Gotas. Agua. Luna. Charcos…
Te presentas más clara que nunca. Y, más que nunca, opaca. Silenciosa. Expectante. Admirando. Enamorando. (te). Pequeña. Traviesa. Tranquila. Utópicamente feliz.
Te presentas escasa. Escasa me dejas al leerte. Categorías, palabras, retóricas, bla, bla, bla. Pero siempre escaso. Nunca completo. Así que, después de intentar poner orden en ti, en mí y en tus palabras, me quedo como estaba. Sentada. Mirando. Sin saber. Y por no saber nada, sabiendo todo.

18 de marzo de 2012

Al final del camino


Al final del camino te encuentras sintiéndote especial...
en cierto modo, emocionada.
Synchronized.

4 de marzo de 2012

Sospire



La cruda sorte

Cáfila.


Siempre que le veo está ahí. En el mismo sitio. Lo ha intentado una y otra vez. Yo también.
El pelo gris le cubre un pedazo de cabeza, como un visillo mal cerrado intenta tapar el sol (aunque los rayos entren atenuados en la habitación). De la misma manera entreveo sus ideas, sus pensamientos.
Su rostro anciano y arrugado, exhausto. Unos ojos hundidos por el frío. Algunas ideas se le escapan de la cabeza como el sol entre el visillo, y se derrama por sus pliegues. Los recorre uno a uno: primero su frente fruncida, concentrada en que no se le escapen más ideas. Atraviesa sin pudor esos ojos agrietados, cansados de tanto no-ver todo, de tanto ver nada. Valiente señora la que se atreve a besarle en la boca y colarse entre sus profundidades, esbozando una sonrisa: “otra cayó, como los marineros ante las sirenas”
La ciudad pía, los pájaros llueven y los hombres ladran. Pero él sigue ahí. Indemne. Inmune al latir de la sangre que le hace reverberar la vena del cuello.
Grueso y tosco, casi inaudito. Seguro de sí mismo, su cuello sube y baja la saliva, pero no dice nada. Es  mejor oír que hablar.
Nunca he sabido qué hace, pero sus manos de trabajador nunca descansan: con su pluma, los ojos entreabiertos (o entrecerrados), los pies bajo la felpa de las zapatillas, y… y nunca veo nada más. La oscuridad no me lo permite, y yo tampoco. Ni si quiera él.
Pero sus recuerdos se le caen con cada año, cuelgan de cada fleco de la manta que reposa sobre sus piernas.
Y mientras él está ahí todos los domingos en silencio con su pluma y no sé qué más, yo le imagino escribiendo un nuevo trozo de manta que añadir a sus piernas. Que ni si quiera sé si tiene. Quizá están muertas de fusil, o quizá estén fusiladas de tristeza.
Tú, niña, que me miras desde el banco. Tú, niña, que adivinas mis ideas. Tú, niña que descubres mi piernas fusiladas a través de los ladrillos. Tú, niña, dulce y tierna niña. Tú, niña, no mueras nunca entre hormigas”

Volátil


Tu mano me crea, me traza entre otras que vienen y van. Persigo tu boli. Huyes. Paras, piensas y punto y a parte.
Das saltos de línea en línea adueñándote de mi poema. Ahora soy yo la que huyo. Ahora tú el que me persigues.
Parece un juego de niños. Corremos el uno tras el otro. Nos escondemos, no vaya a ser que me veas. Mis pisadas hacen sonar las teclas del piano… casi me descubres. Sigo corriendo. Me fatigo. Continúas escribiendo. Ahora me toca a mí.
¡Deja de correr, no ves que nunca me alcanzarás! Pero te escondes sin que te vea. Y me da miedo, me angustia… ¡vuelve!... es sólo un juego de niños, no tengas miedo.
Sigo escribiendo. Ya sin fuerzas… Has dejado de perseguirme. Miro hacia atrás y no hay nadie. Te echo de menos. Sigo andando, pero no vienes. Aminoro el paso, e incluso me siento.
-¿Ya no vas a volver? Lo siento, no quería asustarte.
Camino ya cabizbaja, cansada. Mis pisadas parsimoniosas, crueles, me recuerdan que te perdí, que te has ido. A veces me tiro días y días, u horas y horas (ya no lo sé) ahí, tirada, recordando lo bonito que fue. Recordando las risas, los saltos, el pilla-pilla. Recuerdo cuando… y de pronto apareces igual que te fuiste, sin que te vea. Y me pisas. Y reconozco tu pisotón. Se me dibuja una sonrisa en la cara: has vuelto. Te encuentro de frente, mirándome fijamente, sonriendo.
-¡Cómo te he echado de menos! ¿Y tú a mí? -
Pero no te has parado, ya te has puesto a correr. El juego continúa: vuelves a correr, a escribir, a huir; volvemos al juego donde tú me pisas donde quiera que vaya y yo te beso con cada palabra. ¡Conquistar el mundo! Ese es el juego que nos inventamos, ese juego de niños.

Lo que nos espera.

Te espero y te esperaré siempre, aunque no sé ni tu nombre ni cómo se dibujan las facciones de tu cara. Te espero porque sé que vendrás, y que traerás contigo todo aquello que llevo buscando tanto tiempo y que nadie ha sido capaz de darme. Desconozco cuando querrás presentarte, el momento exacto en el que el aire que te rodea invada el mío y ambos compartamos el mismo oxígeno. No sé cuando te cruzarás en mi camino ni si la vida nos separará una o mil veces. Ignoro si te buscaré o serás tú quien me encuentre, o si los dos nos conoceremos en un punto intermedio de la distancia que separa tu puerta de la mía. Sobre ti aun no sé nada, pero te aseguro que puedo pasarme la mitad de mi vida sentada en un banco del parque, sin moverme, bajo la lluvia torrencial, sólo por haber tenido el presentimiento de que será allí donde te vea por primera vez. Miro a mi espalda y atisbo las huellas, frescas en el barro, del pasado que dejé trás de mí. A veces parecen pocas, pero en ocasiones se tornan incontables. Más no me importa porque aquello no puedo cambiarlo, pero lo que me espera sólo yo puedo trazarlo, y lo haré como siempre he deseado. No sé cómo vas a reconocerme: puedes buscarme entre esa gran mayoría de personas que se encorvan hacia delante porque el peso que cargan a sus espaldas a veces se hace demasiado duro. No sé cómo vas a adivinarme, pero sé que lo harás. Puede que un día me choque contigo al doblar una esquina, o que me cedas tu paraguas una tarde de tormenta. Quizá mi coche se quede sin gasolina en el momento exacto en que tú pases por esa carretera. Caben tantas hipótesis que sería imposible presentar una como la correcta.
Yo sólo sé que llegarás y todas las heridas que se vislumbran en mi piel, y también aquellas otras que se esconden en mi alma, sanarán al instante y no quedará cicatriz alguna que dé testimonio de que alguna vez han estado ahí. Ya imagino cómo eres, cuál es tu filosofía y por qué principios te guías.
No te preocupes si tú tambien traes harapos por camisa, porque aprendí a andar en senderos repletos de agujas, y preferí conocer el arte de manejarlas antes que caminar pinchándome a cada paso.
No me da miedo que tardes, porque una vez que estés aquí el dolor se marchará lejos y las lagrimas correrán hacia el mar para perderse en las profundidades. Esperaré todo el tiempo que sea necesario, de pie, sin rendirme, porque la rendición es el camino mas fácil y yo siempre he sido difícil. Puede que tenga que superar mil huracanes más, o que el cielo esté en calma a cada momento. Puede que sienta las gotas de agua resbalar por mi espalda, pero si estás a mi lado recogeremos la lluvia para regar las flores de nuestro jardin. Ahora veo el cielo, las nubes blancas que pasan lentamente; y siento el calor de la tierra y el tacto de la luz del sol sobre mis brazos. Y las calles se abren en mí y los coches las inundan con sus luces de atrás verde esperanza.
Y ahora no hay quién me frene porque me siento capaz de todo, simplemente por imaginarte ahi fuera, esperándome.
Y súbitamente los vientos cesan y las ortigas se marchitan, y nuestra vereda se cubre de amapolas.
¿No es increible que sienta todo esto por saber que te encontrare?
No importa si eres el primero o si atrás quedan unos cuantos que no merecieron la pena, que no supieron valorar todo lo que se esconde bajo mi mirada ni apreciar la sonrisa que sale de mis labios.
Vibra el cielo y las paredes de este dormitorio vuelven a percibir un estiramiento en mis labios, que se pliegan hacia arriba sin que yo pueda evitarlo. Sabía que la risa era algo que no se olvida, aunque lleve tiempo sin utilizarla.
Cuando empezemos a tejer el futuro que nos espera en el telar de nuestras vidas, basándose en el boceto de los sueños que guardamos en el corazón, no hará falta que intente recordar tantas cosas porque jamas las olvidaremos. Asi que aquí te espero hasta que te encuentre, o me encuentres, o nos encontremos. Lo que nos espera

3 de marzo de 2012

The Place You Have

No dejes que tu fuego se extinga, chispa a chispa, irremplazables, en los pantanos desahuciados de lo incompleto, del "todavía no", del "absolutamente no".
No dejes que perezca el héroe que hay en tu alma en una frustración solitaria por la vida que merecías pero nunca has podido alcanzar.
El mundo que abhelas puede conseguirse. Existe. Es real. Es posible. Y es tuyo.

Vínculos

Si no existe...
invéntatelo.







Sólo tú.

Cálido.

Y
a falta de ese abrazo
cálido
de cada tarde
en un reducido espacio
entre
cajas,
el sol me calienta los pies
(sin hacer daño a los ojos)








(para que no me toques)
(que no te miro
para que no me duela)

Improvvisamente, si.

Comincio a volere che tu sia,
e mi spaventa.
Fa' qualcosa... per esempio, baciarmi.