29 de junio de 2014

La chica faro


Alumbro para que lleguen a puerto y vuelvan a casa
Alumbro para que encuentren a su sirena en alta mar
Pero nunca nadie se queda en el faro




Ilustración de Paula Bonet

27 de junio de 2014

In-presentable.

Hay días en los que América Latina
me palpita más que nunca.

Ya hace casi un año que volví
y aún no he sido capaz de escribir
ni una
     sola
          palabra,
ni una puta palabra que lo merezca.

A veces sospecho que no existen palabras
que la abarquen,
ya ni siquiera me planteo la posibilidad de explicarla.

A veces sé que ni el cielo le llega
a la altura de los talones
porque ella es infinita.

A veces entiendo que no voy a ser capaz de volver a tenerla
si no es yendo de nuevo a empaparme
y
  ni siquiera
                eso
                     porque ella
                                      no
                                           es
                                               de nadie.

Hay días en los que regreso en colectivo
y no en autobús,
y su olor me inunda las fosas nasales
y el corazón me late más fuerte
y la sangre sale a chorro
por las grietas de un lugar
al que nadie
tiene
tiempo
de escuchar.

Hay días que me visto con trajes regionales
que almuerzo choclo
y tomo mate.

Hay días a punto de ebullición en La Costanera,
hay días que no me pongo faldas, sino polleras
hay días que no me pongo camisetas, sino remeras.

Hay días que me reverberan sus palabras,
hay días que no sé hablar
sino es para nombrarla.
Que no lo entendéis,
que no es vomitarla,
que es que se me sale por la boca
sola
cuando la pienso.

Que no lo entendéis si no habéis estado allí
para conocerla.
Que no lo entendéis
y yo no os la puedo contar
porque la palabra exacta
no existe
y todas las demás
se le quedan pequeñas.

No sé cómo haceros entender
la sangre que me corre por las venas.
No sé,
de verdad, no sé
contárosla.

Una vez dijeron de mí que no necesitaba presentaciones,
que me presentaba sola.
Y yo sólo pude pensar en América Latina,
en que a ella tampoco se la puede presentar:
in-presentable
le dicen,

le digo.

Decimos muchas cosas,
hablamos por no callar,
hablamos porque se nos ha roto el resorte
que nos hace dejarnos temblar.

Decimos
     y decimos
            y decimos
                  y yo sigo diciendo
que no es posible
que es mejor que me calle.

¿Qué digo?

pero no sé lo que digo.

Sólo sé que su ausencia se hace muy grande
y que las heridas que me ha dejado
no son grietas
son putas fallas tectónicas
                                             en el pecho.

Carlota Vol.3

Conocer es un verbo grande
casi tanto como querer
pero menos peligroso que "nombrar
es poseer".

Yo la conozco.
La conozco como se conocen las cosas:
siendo capaz de explicárselo a mi abuela:
Podría hablaros de su sonrisa,
de su miedo al fracaso.
Podría hablaros de lo bonito de su risa
cuando llueve
y el cielo no está gris,
de su miedo a que los espejos
le rompan
en mil trozos de mala suerte
durante siete años.
Podría contaros de lo valiente de sus ojos,
de sus manos que me cuidan,
de su gato
y de sus padres.
Podría deciros que sabe de lo frío del invierno
y por eso es siempre primavera
aunque a veces otoñezca
y casi siempre veranee en algún cielo.

La conozco y la quiero
y aún no se me acaban los versos
aunque ya lleve tres poemas.
La quiero por todo lo que me dice
y no se cree ni siquiera ella.
Por todo lo que me salva
con sólo saberla cerca.
La quiero por sus tonterías
y su manera de convertirse en flan
cuando me deja leerla.
La quiero por su poesía,
por ser poesía.
La quiero desde dentro
y hacia fuera
La quiero por el camino, sentada y a la sombra.

La quiero.

La quiero porque es
y siempre ella.
La quiero porque es
y también conmigo.
La quiero porque somos
sin necesidad de poseernos
con un nombre.
La quiero
por Carlota.

26 de junio de 2014

De todo eso del amor.

Si quieres arder
me convierto en hojas secas
para empezar tu incendio.
Si quieres naufragar
me deshago en agua
para que te hundas.
Si mañana te apetece surfear,
soy ola.
Si te apetece ser bucanero a la deriva,
soy barco pirata.
Si decides descubrir el firmamento y poner un pie en la luna,
soy nave y traje espacial para que no te asfixies.
Si quieres convertirte en jardinero,
me hago flor
para que me plantes con mil besos.
Si quieres ser poeta,
me pido ser tu pluma,
no tu musa inalcanzable.
Si quieres volar, me hago cielo
y no tus alas.
Si quieres caminar,
me hago camino
y el camino se hace al andar.
Si quieres quererme ahora,
yo ya te quería de antes.
Si quieres ser tú,
me pido ser yo.

25 de junio de 2014

Lluvia de verano

Vuelvo de una jam
de recitarle al chico que me gusta,
que está con otra,
que le quiero.
Que le quiero como él no me quiere
que le quiero como él le quiere a ella,
como ella le quiere a él
(aunque eso no lo tengo tan claro),
como todos los días.

Vuelvo de una jam
en un autobús verde
como todos los buses
en los que vuelvo de las jams,
como todos los días.

Vuelvo de una jam
y llueve.
Y ya no es como todos los días
Llueve y el cielo está nublado,
no hay estrellas,
es decir,
Miguel no está.
Llueve justo cuando pongo el pie fuera del bus.
Y ya no es como todos los días
Llueve
y es la primera tormenta de verano.
Ya
   no
     es
       como todos los días.

Y yo vuelvo de una jam
y llueve
y me llueven los te quiero
que le dije
y no sé si él entendió.

Llueven y me llueve y me mojo
y me calo.
¿y qué cojones significa,
Miguel,
esta lluvia?
¿Por qué ahora? ¿Por qué hoy?
                                           ¿Por qué llueve?
¿Por qué llueve si es verano
y yo le quiero
pero
     tú
        no
           estás?


no
estás.

Y por eso llueve
en verano.

22 de junio de 2014

Te quiero

Para estar contigo
hace falta ser valiente.
Porque tú no tienes heridas en el pecho,
tú eres una herida sin cerrar,
una granada a punto de explotar
latente (de latir)
esperando
unos labios que le detonen.
Por eso hay que ser valiente.
Hay que ser valiente para estar cerca de ti
porque aún no te conoces
y quien se acerca corre el riesgo de ahogarse contigo.
Hay que ser valiente y paciente
porque no tardas en acostumbrarte
pero sí en acercarte a querer-
te (y me).
Hay que ser valiente y fuerte
para atreverse a vivir con el tic tac
de una bomba que nunca sabes
si va a explotar.
Para estar cerca de ti
hay que atreverse a vivir sin paracaídas,
hay que saber que te vas todos los días
a conocerte
y que ni siquiera tú sabes ni cuándo
ni cómo vas a volver.
Estar cerca de ti significa
darte la mano y saltar
sin saber si hay suelo,
colchoneta elástica
o arnés que nos evite la muerte.
Estar cerca de ti supone
acercarse a menos de dos centímetros de tu boca
y decirte:
"si tú te tragas pastillas para dormir siempre,
yo te beso
y nos dormimos los dos".
Acercarse a ti
supone dejar atrás el
¿capaz o incapaz?,
porque los dos sabemos que contigo
no existen los -in
Estar cerca de ti
supone quererte.
Y yo...

20 de junio de 2014

Míra(me)

Sólo espero que cuando mires atrás
te acuerdes de que siempre estuve para ti,
que siempre tuve tiempo para hacerte sonreír.
Sólo espero que cuando mires atrás
te des cuenta que tuve más detalles contigo
que esa con la que te quedaste,
que te llevé más chucherías y alegrías
que tonterías por las que rayarte.
Sólo espero que te acuerdes
de todas las veces que acabamos en tu cama
sin poder evitarlo,
porque ni siquiera queríamos intentarlo.
Que cuando digas
"es que ella está más cerca"
seas consciente
de que cerca está
quien tú dejas que esté.
Cuando mires hacia delante y sólo haya niebla y precipicio desde el que saltar,
cuando mires atrás y veas a todas las que te dejaron pasar,
ojalá, entonces,
te acuerdes de mirar a tu lado
para ver que sigo ahí,
mirándote crecer
y caer
esperando a que esta vez
sea en mí.




Si tenemos los ojos cerrados
todo está oscuro
y es propicio para los monstruos.


La luz sólo se ve cuando abrimos los ojos.

19 de junio de 2014

Caperucita Roja

Inspirado en un poema de Moises Pérez García





Se colocó en el punto
más estratégico de sus heridas:
sus dentelladas.
Y él se acercó,
hambriento de rabia y amor,
sin darse cuenta del cepo
de la trampa,
de que ella no era el premio
sino el cebo para cazar
su poesía.

Se metió en la boca del lobo,
se dejó comer hasta las bragas,
para luego
rajarle las tripas
desde dentro.

El malo del cuento no fue
quien tenía las fauces
más abiertas y afiladas.

La mala del cuento acabó siendo
la de cara más dulce
y cuerpo de infarto.

A veces las cosas no son lo que parecen
pero para ver
hace falta mirar.

14 de junio de 2014

Borrando.

Estoy borrando de mi reproductor todas las canciones que me recuerdan a ti
y me duele cada nota,
cada verso que recuerdo que me dedicabas.

Estoy borrando todas las canciones que me recuerdan a ti
aunque ya hace tiempo que las paso
cuando empiezan a sonar.

Estoy olvidándote voluntariamente
porque nuestras canciones ya no me dicen
"quédate, quiero que te quedes".

Estoy ejerciendo mi derecho a la amnesia obligatoria
porque tu voz sonando en mi cabeza
me araña las circunvoluciones del cerebro,
porque tu voz arrastrando cada nota desafinada
dispara las mil revoluciones
que llevo atadas a mi pecho.

He borrado todas y cada una de esas canciones
para decirme a mí misma que es el momento
que "ya está bien, guapa, de andar salvando almas",
que "fuiste su sálvese quien pueda y quien pudo no quiso"
que "oportunidades damos todos
y tú más que ninguna
pero que ya está bien,
que te mereces otra cosa":
música nueva, pasos nuevos,
risas nuevas.

Estoy borrando todas y cada una de aquellas canciones
que un día construyeron un "nosotros"
y me duele más que a ti hacerlo
porque yo era la que llevaba el a(l)rma
cargada de primaveras.

Estoy borrando
porque yo siempre fui tu duda,
porque siempre dudaste de si era cierta,
porque siempre dudaste de mí.

Te estoy borrando porque yo fui
la duda de no saber cómo acaba la canción.

Pero ahora ya no hay duda
ya no más conversaciones,
ya no más intentos de convencerte de que la primavera
da alergia, sí,
pero es bonita
y tiene solución
siempre tiene solución.
Ya no voy a intentarlo más
ya no voy a decirte
que aquel mar llevaba a buen puerto la barca.
Ganas tú,
la canción acaba como tu querías,
la barca naufraga

y yo

te borro del mapa.

13 de junio de 2014

Diario de un naufragio I

Llevo aquí varios días.
Mi amnesia voluntariamente selectiva me impide recordar cómo he llegado hasta aquí y cómo bajar esas escaleras que hay ahí corriendo e ir a bañarme alguna mañana. No sé cuánto tiempo llevo viviendo en este lugar tan frío y húmedo, pero empiezo a acostumbrarme a los temblores y al rechinar de mis dientes por las noches.
Ayer por la mañana me acerqué a sus ojos y miré hacia abajo: hay mar.
Me encanta el mar. Adoro el mar. Quizá por eso he acabado aquí. Aunque supongo que mi intención nunca fue quedarme encerrada en lo alto, lejos del mar. Supongo que quise bañarme y quedarme a vivir en el agua, cuando una ola me transportó disparada y furiosa hasta aquí. Pero en realidad no tengo ni idea. Las mañanas son aburridas y ahora no tengo nada que hacer.
Por las noches es otra cuestión. Hay una bombilla en el centro que gira y gira y gira y nunca de girar. Cuando vine aquí seguía girando hasta cuando el sol ya alumbraba lo suficiente. Y desde entonces, la apago por las mañanas.
Creo que es un faro.
Vivo atrapada en un faro. Miro hacia el mar desde lo alto de un acantilado. Justo al borde del precipicio, preparada para caer al mínimo atisbo de tormenta y marejada.
Pero a lo que iba, que por las noches es más entretenido. Tengo una conspiración contra el mundo dibujada en la pared izquierda del faro redondo donde vivo. También cuento estrellas de vez en cuando y pongo nombre a las olas que vienen a visitarme desde abajo.
Viví enamorada durante un tiempo de la idea de ser "la chica del faro": alumbrar a las almas perdidas, ayudarles a encontrar el camino. Quizá, algún marinero en tierra subiese a darme las gracias.
Es cierto que nunca hay demasiado aforo por este mar, pero siempre creí que de vez en cuando algún marinero desorientado se acercaría, mirándome como diciendo "menos mal que estás tú aquí".
Por eso siempre alumbraba con mis ojos a todo el que pasase por mi mar, por el mar hacia el que miro.
Pero nunca viene nadie.
La verdad es que siempre ando orientada hacia el horizonte. Siempre doy luz sin que me lo pidan.
Pero soy oscura. Estoy oscura, atrapada en este sinsentido que es alumbrar a todos los marineros que sólo quieren cruzar su mar para llegar a la orilla y escapar.
Y ahora voy aprendiendo que la oscuridad no suele gustarle a la gente. Aunque no lo entiendo, porque todos los que vienen viajan en la oscuridad, guiados por las estrellas. ¿Y qué manera más sencilla de decir que te gusta la oscuridad que caminar cuando ella camina?
Estos marineros me desconciertan.
Así que nunca nadie se queda. Nunca nadie para ver el mar conmigo, para subir desde mis pies hasta mi boca y quedarse a escuchar el rumor de las olas en mi soledad y mi oscuridad.
Aunque no es tan oscura.
Pero parece que nadie quiere acercarse a verlo. Como ya he dicho, tengo una conspiración pintada en la pared derecha... ¿o era la izquierda? Ya no lo sé, cambié de postura hace un rato.
Las noches de tormenta, las olas se enfadan conmigo, me desgastan la roca en la vivo.
Creo que me voy confundiendo con el faro. Ya no vivo atrapada en el faro. Ahora hay una yo que es un faro.
Pero sigue sin haber nadie más. Nunca nadie para cuando quiero cerrar los ojos. Nunca nadie para que no se apague la bombilla y siga girando.
Empiezo a cansarme. Empieza a apagarse mi luz. Los marineros por la mañana están servidos, así que yo no sirvo para nada, y entonces me dedico a imaginarme mi pasado. Ese del que no (quiero) recuerdo nada.
Empiezo a apagarme de tanto dar sin recibir. Si al menos alguien subiese para hablar un rato...
A veces me encojo y las rocas se me clavan en la parte de atrás de las rodillas (esas en las que nadie se fija).
Algunas noches, las más tranquilas, salgo con la luz de mi bombilla, como si flotase por encima del agua y me dedico a ver a mis marineros. La mayor parte de ellos van un poco borrachos, tienen tatuajes, alguna foto en la repisa y libros y cuadernos. Nunca consigo escuchar ni leer lo que piensan, pero me lo imagino.
Supongo que estarán enamorados y que escribirán cartas a sus chicas que no podrán leer hasta que ellos vuelvan, pero digo yo que será una manera de sentirse calentitos. A veces me gustaría tener alguien a quien escribir, alguien con quien el simple hecho de escribirle me recuerde su calor.
Creo que a eso es a lo que la gente llama hogar.
Es posible. Me gusta la idea. Voy a apuntarla en mi muro de las conspiraciones. Un momento.
Ya.
El otro día, uno de ellos estaba fuera del camarote. Creo que bebía cerveza. Decía algo que sonaba bonito, así que bajé un poquito más para escuchar.
Era poesía.
Estaba solo, en la cubierta de su barco, bebiendo cerveza y recitando poesía. Un tipo curiosamente extraño. Eran poesías bonitas. Muy bonitas. Me quedé embobada mirándole y pensé la putada que sería enamorarte de un buen poeta. Porque si algún día lo dejaséis, si algún día él se fijase en otra que no fueses tú, escribiría poemas sobre ella (y no sobre ti), y sus poemas te seguirían gustando y no podrías odiarle mucho, porque encima de gilipollas, escribiría bonito.
Así que me fui corriendo a casa, para evitar que la luna nos enamorase.
Te cuento todo un poco alterado en orden cronológico, pero son como mis pensamientos vienen y van.
La cuestión es que al día siguiente, por la mañana, seguía ahí. No se había movido ni un ápice. Bueno, quizá un poquito sí, pero vaya, nada perceptible para el ojo humano. Y por la noche también seguía. Y así estuvo tres noches el tío (por decir algún número, pero ¡vete tú a saber!).
Yo bajé todos los días a escucharle recitar su poesía. Supuse que había otra a la que le escribía, pero a veces sus versos, en mi opinión, eran sólo para mí.
Al cabo del tiempo (y que no de los años, supongo), desapareció. No sé qué fue de él. Nunca le vi partir, igual que nunca le vi llegar. Su barco no estaba en la orilla. Ni su ropa por la arena. Ni si quiera había pisadas. Pero tampoco había ningún cuerpo flotando. Supongo que habrá desaparecido.
Qué puta suerte ésta ¿eh? Y la vida, esa también es una puta. Para uno que se había quedado más de lo que dura su viaje, va y desaparece el muy capullo.
En fin.
Que por cierto, hablando de mariposas, hay otra yo que vuela y es libélula a ras de suelo y con las alas de un cristal dinamitado. Diamantado (de diamante). Y también agua. También hay una yo que es agua, otra que se abraza cuando llora a sí misma, otra que aún sabe jugar al escondite...
En fin, que hay muchas yos. Quizá por eso nadie quiera subir a verme. Quizá lo saben, o se ve o algo en la luz que se desprende de la bombilla y por eso no vienen a hablar conmigo. Quizá debería bajar a comprar una bombilla nueva. Pero no sé dónde estoy ni cómo me llamo. Y me estoy cansando de escribir y quedando dormida. Así que quizá me ponga a leer poesía de ese libro que hay ahí tirado
(que, por cierto, no estaba hace un rato).
Total, que soy un faro.

11 de junio de 2014

Suerte

No tuve demasiada suerte durante los últimos 22 años:
Vi un gato negro
mientras pasaba debajo de una escalera.
Rompí un cristal
al abrir un paraguas en casa.
El 13 de algún mes pasado
derramé la sal sobre la mesa.
Me harté del mundo
todos los domingos.
Bostecé los lunes,
me resbalé dentro de la ducha,
se me cayó todo a los pies en medio de la calle.
Te vi.

Nos conocimos en un bar
escuchando poesía.
Fuiste el primero en salir,
el primero en leer,
el primero en mirarme
y recitarme mis heridas.

Me hablaste mientras esperaba a otro hombre.
Apareciste y desapareciste
como mi suerte estos últimos 22 años.

Idas y venidas
de tu corazón al mío
Cervezas, abrazos, chocolate y chucherías.
Sonrisas, caricias
y un poco de poesía.

Confianzas rotas,
escombros sin curar,
ropa no frost,
música de por medio,
y tu cama deshecha,
abierta de par en par.

No tuve demasiada suerte durante los últimos 22 años
pero te vi,
e hice una apuesta en blanco
y con los ojos cerrados.
La ruleta giraba y yo
con ella.
Me saliste tú,
cambié todas mis fichas
por tenerte sólo un día más

Y ahora,
yo,
tengo suerte.

Hormigas como palabras

No seré yo quien mate la última hormiga.
(Silvia Nieva)


Aparecen ante mis ojos
en mis hojas.
Todas en fila india
una dos tres
Pequeñas manchas negras
sobre un folio en blanco.
Siguen y siguen caminando
como si no tuviesen otra cosa que hacer.
Continúan camino a su destino:
un agujero negro hacia el subsuelo.
Llevan a sus espaldas miles de pedradas
más pesadas que sus cuerpos.
Hormigas como palabras
Todas en cascada
como en
este poema.
No seré yo quien mate la última hormiga,
que sigan andando las palabras,
que no se muera
la poesía.

10 de junio de 2014

Verbos que ya no hacemos

Hemos perdido la costumbre
de conjugarnos la vida
en verbos.
Cometemos más faltas de ortografía
que atentados contra el ministerio

Se nos ha olvidado

Mirar al futuro con la seriedad
con la que un niño juega
a salvar a sus peluches
del malvado monstruo.

Saltar a la piscina haciendo una bomba
porque no sólo no nos importa mojarnos,
tampoco nos importa salpicaros.

Correr como si fueras el último integrante de tu equipo
en el juego del pañuelo.

Gritar con la rabia de la revolución.
Cantar como si estuviésemos solos en la ducha.
Abrazar con el cariño con el que miras a tu abuela.
Sonreír con la dulzura de un enamorado.
Reír como si te estuvieran haciendo cosquillas.

Soplar tus sueños en una burbuja,
espantar palomas y miedos.

Jugar.

¿Aún podemos jugar
y dejar que la vida nos atraviese?
¿Respirar como si salieses del agua?

¿Vivir?
¿Aún podemos vivir?

9 de junio de 2014

Declaración de intenciones.

Quiero bailar contigo en tu salón
con la Libertad y la Luna
enredándose entre nuestro pies.
Quiero hacerte el desayuno cuando tengas un mal día.
Quiero besarte la espalda antes de irme a trabajar.
Quiero mirarte
y que me pilles desprevenida
sonriendo.
Quiero ver tus ojos llenos de legañas.
Quiero que nos grabemos haciendo poesía
y el amor.
Quiero cantar contigo
la canción más bonita del mundo.
Quiero recitarte el poema que más me duele
y romperme contigo
si sé que me vas a agarrar la mano
y los miedos.
Quiero que no deje nunca de sonar esa canción en mi cabeza.
Quiero ducharme contigo,
convertirnos juntos en agua.
Quiero oír las vidas de tus vecinos un domingo por la mañana.
Quiero que me dejes la puerta abierta si hace frío.
Quiero que tus manos no se acostumbren a mi cuerpo.
Quiero que descubras el mapa del tesoro,
lo que hay debajo de mi mirada.
Quiero poder dejar mis libélulas en el armario de tu despensa
sabiendo que no vas a comértelas.
Quiero que nuestras tazas se encuentren.
Quiero hacerte mil dibujos mientras duermes.
Quiero acariciarte las heridas,
la sonrisa
y las pestañas.
Quiero comprarte chuches
y enseñarte a hacer barquitos de papel.
Quiero naufragar contigo
y sobre mí.
Quiero curarte
y ponerte cachondo cuando me recojas de la universidad
vestida de enfermera.
Quiero emborracharme
y beberme las ganas de ti cuando te vea.
Quiero que dejemos de jugar a estar enamorados
y que nos hagamos el amor.
Quiero que no dejes nunca de recitarme mis heridas,
porque las haces más reales
y distantes
y distintas
y asequibles
y bonitas.
Quiero ser una declaración de intenciones no unánime
para que nos construyamos un puente nuevo cada día.
Quiero construirnos los silencios.
Quiero que seas arisco cuando tengas ganas
y aprender a respetarlo.
Quiero que te aprendas mis humores
y respetes mis tiempos.
Quiero que llegues del trabajo y tengas ganas de verme.
Quiero,
a fin de cuentas,
todo lo que aquí no está escrito:
tu sonrisa.

Arigato.

Ayer estábamos todos.
Nos reuniste para decirnos
uno a uno
que ya no sufrías.
Que estabas bien.
Que el cielo es más cómodo
si te sientas en una nube.
Que el mundo es pequeño
y nosotros muy grandes.
Que hay menos contaminación
y que ya no te molestaba la última vértebra
que se te rompió.

Ayer estábamos todos.
Estaba Paula,
preciosa,
llorando los ojos y la voz
cuando te vio entrar
a hombros de tus hermanos.
Estaba Lara,
leyéndote a ti,
que no te casabas.
Estaba Clara
rompiéndose en cada acorde de guitarra.
Tenías que haberlas visto.

Tenías que haber visto a Marcos temblarle la voz,
a tu madre aplaudirte mientras te ibas.
Tenías que haber visto a tus amigos
sonreirle a la muerte
mientras te sonreían a ti.
Tenías que haber visto sus ojos.
Tenías que haber visto todos los que éramos.
El patio de Santo Tomás,
tu patio,
tres patios más
y los laterales.
No cabíamos.
No entrábamos.
Y todos estábamos allí por ti.

Tú nos rendiste un homenaje en vida
y ahora,
yo,
intento hacer un poema
a la altura de tu luz.

Así que os pido que levantéis las copas
y hagamos un brindis por él:
Por la primera vez que pisaste la sala verde
para decirnos que tenían que hacerte la primera biopsia.
Por cada visita al hospital.
Por cada enfermera.
Por cada ciclo.
Por cada vía.
Por todas las veces que caíste
y nos levantaste sonriendo
(tú a nosotros)
Por el tiempo que pasábamos riendo,
sentados en tu cama del hospital.
Por los gritos, el llanto y el miedo.
Sobre todo por el miedo.
Por estos tres últimos meses en los que fuiste la paz
y el bastón para caminar
de todos nosotros.
Por tu respiración entrecortada.
Por tu cabezota sin pelo.
Por los vómitos.
Por la lucha.
Hoy brindo por tu lucha.
Porque fuiste la voz que calmó todos mis temores.
Porque
me enseñaste a brillar.


Ayer no estábamos todos.
Tenías
que haberlo visto.





5 de junio de 2014

Puñales

Me clavo puñales en el corazón
porque en realidad,
soy la única que puede llegar hasta él.

Me clavo puñales.
Los más infectados
los más oxidados
los más viejos.

Me (des)sangro los ojos
con los besos de un cualquiera
que no me merece la vida.
Me arranco los sueños
hipotecándome el ala rota que me quedó
después de aquella huida.
aquella infancia.

Soy agua. Soy eso:
un lago.
Soy un lago en medio de un  bosque:
si me da el sol, brillo
y por la noche
(me) doy miedo
si el cielo está nublado,
si la luna no me alumbra.
No tengo olas ni delfines
pero tampoco tiburones.
Tengo barro
y un montón de fango al final del túnel.

Me caí con seis años ahí dentro
y desde entonces
sigo cayendo.
Un pozo sin fondo
un mar sin océano.
Verde, azul, negra, opaca o transparente.
Todo depende
de cómo me mires.

Odio a ese que me vio caer
a quien me empujó
a quien me tiró por la borda.

Odio es una palabra muy fuerte
y yo odio con mucha fuerza.

Odio al que me hizo creer que yo me merecía
sin acabar el verso.
Odio al que me creyó más puta
y menos niña.

Odio.

Odio en silencio
y me duele la garganta de gritar-
te/me/le
las lágrimas.

Oigo el silencio,
oigo a alejandra
y a sus pájaras.
La pluma de sus alas
voló cerca de mí
sin siquiera rozarme.
La vi caer,
impávida,
desde su cielo
hasta mi suelo.

Oigo la música del suicidio.
Oigo el ácido de sus lamidos.
Le oigo.

Os oigo atenuados por esta masa que me envuelve,
por los flujos del llanto de esa niña de seis años.

Y me escurro.

Me escurro porque no me tengo
porque no me en(-)vaso
ni al vacío ni al lleno.
Me escurro por mi cuerpo
y por el suyo.
Me escurro río abajo
sin moverme de mi asiento.

Huyo. Fluyo.
y no me hallo
Y no respiro.
No me salvo,
no me aguardo,
no me espero.
No me atrevo.

Pero sí le salvo
sí le aguardo,
sí le espero.
Y si le atrevo, no me muero.
Y si le toco, desaparezco.

Ya casi no siento.
Me clavo los puñales:
si la única forma de estar viva es (des)sangrarme
yo lo intento.

A ver quién es el valiente 
que viene ahora 
a salvarme de mí misma,
de mi abismo,
en un abrazo.

3 de junio de 2014

Abismos y prisas

Yo
tuve
la risa más bonita del mundo
para ti.

Me dejé hacer cosquillas
y tú, amor,
me clavaste los dedos entre las costillas.

Se me aceleró el corazón
con tu mano,
contigo
y tú lo sabes porque te tumbaste a escucharlo sobre mi pecho.

Carre(te)ra de asfalto
pleno sol
verano,
(des)hidratación.
Sin frenos
con precipicios.
Sin paracaídas
con alas
rotas.

"Tal vez piensas demasiado"
Y demasiado fuerte
es lo que aún no sabes.
Pero es que tengo una libélula
atragantada en el diafragma
que no me deja
parar de volar-(me la cabeza)

Me has visto asustarme y asustarte
Me has acariciado las heridas
y te he besado la espalda.

Me has hecho el amor
lento
sin besarme la boca.

Me has tratado con tanto tacto
que se te ha olvidado el contacto.

Hemos fingido ser dos locos
enamorados
por un rato.

Te has convertido en poeta
me has convertido en un juego
hemos deshecho las penas
y te has quedado dormido.

Hemos querido cortarnos las venas
nos hemos bebido todas sus curvas
le he gritado a tus vecinos
y he bailado en tu ascensor
mientras pensaba que el amor
me corría por la sangre.

Yo
he tenido
la voz más bonita
cuando cantaba contigo.

De póker y de juegos

Tal vez aprender a jugarte
sea el mayor riesgo de esta partida.
Y yo no sé si tengo ganas
ni cartas
ni baraja
con la que echar a jugarme
un póker en la vida.

Tal vez yo me dejo jugar
porque no hago trucos.
Pero tú eres mago
y juegas a tu antojo con mi vista:
consigues que me fije
sólo
en lo que dejas sobre la pista.

Tal vez sea mejor dejar el sexo que nos emborracha
cuando bebemos cervezas.
Tal vez porque me hago daño
o quizá porque estás con otra.
Tal vez porque hoy estabas cansado.
Y el otro día porque estabas jodido.
Y otro porque nos teníamos ganas.
Pero es que, amor,
siempre nos tenemos ganas.
Nos bebemos las ganas del otro cada vez que nos vemos.
Y tengo sed cada vez que te veo
cerca de mí
acariciándome los miedos y las heridas.

Tal vez deberíamos apostarnos
esos mil besos que me envías
a una sola carta;
tal vez apostarnos la vida
a todas nuestras cartas;
o tal vez apostarnos todas las cartas
a toda nuestra vida.

Aunque tal vez debería dejar de jugar
y fumarme mis miedos en algún bar.
Tal vez debería cuidarme un poco más
de ti
que me vas ganando la partida
y esta vida.

Pero no juegues con quien antes de perder la partida
tuvo tiempo para mirarte la espalda
las alas
y la herida.
Levanta la vista de esa cuatricromía
que es siempre tan atractiva,
aparta las cartas que separan nuestros cuerpos
y bañémonos sin un ápice de escudos.

Pero tal vez tengas miedo
y a mí también
por noséquérazón.

Así que shhh
Porque si hablamos en voz alta algunas cosas,
los deseos,
se cumplen.
Pero es que un deseo no mueve nada.
Y una decisión lo cambia todo
ojalá que no cambie nada:
"me lo apuesto todo al rojo de mis días"

He sido juego y juguete.
He sido póker y baraja.
Pero ya no soy más tuya
ni si quiera un poco mía
Y si quieres jugar a las malas, 
jugamos todos, guapo.

Pero esta vez,
la baraja,
sí está trucada.


esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.
(A. Pizarnik)


Que sí, que confío demasiado rápido. Que me caigo todos los días muchas veces. Que no sé contener mis ganas de matar a alguien. Que se me van las palabras por la cara.

Que sí, que lloro demasiado. Que me dejo la piel en cada cosa que hago. Que sí, que soy de sonrisa fácil. Que me río a carcajada limpia aunque esté sola. Que canto por la calle sin miedo a que me escuchen.

Que sí, que me emborracho fácilmente. Que abrazo si siento que tengo que hacerlo. Que hablo con cualquiera. Que miro a todas partes con descaro.

Que sí, que me molestan muchas cosas. Que soy muy intensa.

Que sí, que vale, que todo eso está muy bien.
Pero es que yo me dedico a vivir.



Y sobrevivo de puta madre.



Pero es que vivo mejor

Allá vamos, Madrid

Enciendes el reproductor. Quitas la opción de "repetir 1". Le das al play.
La lista empieza a sonar. Carmen Boza habla a la altura justa de tus ojos, y vas escuchando todas sus canciones.
Llegas a la entrada, agarras las llaves. Abres. "Esta manía tan suya de papá de cerrar la puerta con llave cuando estamos dentro", te quejas. Me sorprendió que en mitad de la canción huyeras a lomos de un león. Canción A. Puta Carmen, siempre dando de lleno.
Sigue sonando. Canción tras canción. Dices adiós. Cierras la puerta y echas la llave. "No vaya a ser que se escape algún gato", piensas.
Enciendes la luz. Comienza a sonar el contador, ese que al principio odiaba tanto y que ahora me regala una base rítmica para inventarme alguna canción cuando mi vecina de enfrente no me espía por la mirilla de la puerta.
Llamas al ascensor.
Esperas.
Viene y abres la puerta.
Pasas por encima de aquella canción que se te metió entre los pulmones cuando le conociste. Como el humo de su cigarro.
Se te clava cada nota, cada compás. Pero pasas por ella, escuchando cada acorde, saboreando cada palabra. Y ya no hay esa tentación de pulsar ese botón que te devolvería al pasado.
Porque de un tiempo a esta parte siempre pulsas el 10 cuando subes al ascensor, aunque estés ahí arriba, porque tienes más ganas de echar a volar que de bajar con el resto de los mortales.
Pero bajas, porque tienes que bajar. Y sales a la calle y subes una escalera pisando cada escalón con cada nota. Subiendo, siempre subiendo.
El vecino del portal 4 del tercer piso habla con la vecina del 5º, que pasea a su perro en la calle. Y se dan las gracias por noséquécosa.
Todo sigue su curso.
Y tú sigues subiendo. Y se acaba la cuesta. Ya no subes. Pero tampoco bajas.
Portal 2. Miras los jardines. Flores. Siempre primavera. "Me encanta nuestro jardinero".
Y miras hacia abajo. Alguien te ha dejado un barquito de papel para que no te hundas, para que salgas a flote.
Y entonces sonríes.
Y giras y atraviesas ese desierto de parque y bajas la calle y paras y esperas a que el semáforo se ponga en verde con la sensación de que es hora de cruzar.
Y cruzas.
Y juegas a imaginar. Y vuelves a girar y vuelves a cruzar después de haber esperado tanto tiempo un cambio en verde.
Y ves la parada del autobús. Esperas de nuevo, y ya viene. Le ves. Le paras. Subes. De nuevo en verde.
"Allá vamos, Madrid".
La música sigue sonando y aquella canción ya no suena. Ya ha pasado y has sabido seguir adelante.
Como siempre.
Como nunca.
Sola y valiente.
Porque tú sabes hacerlo.
Y el autobús de mi vida y este en el que voy sentada va parando a recoger y dejar gente. Hay quien sube. Vamos al mismo destino. Hay quien se baja antes de que me dé tiempo a fijarme en ella. Hay quien está un rato y luego se va.
El asiento de mi lado sigue vacío. Y yo, hoy, dejo de mirar en el cristal los reflejos de la gente que me rodea. Ya no intento adivinar sus caras. Me atrevo a mirar a través de él cómo se pone el sol sobre los tejados de Madrid.
Ya llegamos a la ultima parada. Es pronto. Voy andando a mi destino. Disfrutando de las canciones y de  la gente. Y del sol que queda antes de que anochezca.
Vamos a ver magia esta noche.
Vamos
a ser magia.

1 de junio de 2014

Hermanas



La quiero porque está a miles de kilómetros de mí
pero se mantiene más cerca que ninguno de los que me rodean.
La quiero porque siempre supo hacerme sonreír.
La quiero porque me da la mano y el mundo gira a mi ritmo.
La quiero porque me roza el alma y la vida
y me arregla el corazón.
La quiero porque desde que ella está en mi vida
yo sé lo que es tener una familia
lo que es tener un hogar.
Y todo a lo que haya llamado hogar
por accidente geográfico sin fallas
no era más que una parada de autobús donde daba un poco el sol.
Mi único hogar es ella. Y por eso la quiero.
La quiero porque me escribe a las 4 de la mañana
(hora española)
diciéndome que me quiere
para que así no se me olvide que nos existimos juntas
y que sin nosotras el mundo no sabría girar.
La quiero por muchas cosas.
La quiero porque me salva de naufragios sin saberlo,
atreviéndose a mirarme dentro,
atreviéndose a quedarse cerca
atreviéndose a esperarme si me quedo sin ganas de andar.
La quiero porque me abraza sin cuestionar mis decisiones.
La quiero porque me apoya en todo lo que hago.
La quiero porque es el motivo porque el que quiero ser enfermera.
La quiero porque ha querido tener el tiempo para aprenderme
y dejar que me aprenda,
aunque aún no haya terminado.
La quiero porque me cuida en los términos en que necesito ser cuidada.
La quiero porque es sincera, directa y valiente.
La quiero porque no se aleja.
La quiero porque se queda.
La quiero.

La quiero.