25 de junio de 2012

Sml, E.

¿Y si tuvieras que decir tus últimas palabras, cuáles serían? ¿Y si tuviera que decir mis ultimas palabras, cuáles serían?
Seguramente todo lo que dijese se quedaría incompleto. Insuficiente. Necesario, pero no suficiente.
Tres años (casi cuatro). Siempre juntas. Y prometimos permanecer unidas, pasase lo que pasase. Es paciente, cariñosa y sencilla. Sobre todo, sencilla. Cálida. Dulce.
Indescriptible.
No sé cómo empezamos a ser amigas, pero estoy tranquila, porque lo seguimos siendo.
Propositos para el año nuevo: estar más unidas. Y lo conseguimos. Juntas. Lo conseguimos juntas. Estando ahí la una para la otra, la otra para la una. Caminando juntas, comiendo palomitas. Diciéndonos te quiero (pero nunca a la cara). Sonriendo juntas. Llorando juntas. Agobiándonos juntas.
Indescriptible.
Tenemos algo especial, algo distinto. Algo nuestro. Amistad. Me pidió hace tiempo su relato, y aquí lo tiene. Ahora sólo espero que sonría. Y que luego me abrace cuando me vea.
¡Ah, por cierto! Todavía no te he dicho algo con lo que debería haber empezado: Te quiero. Te quiero por todo. Te quiero porque eres especial. Te quiero porque me quieres. Te quiero porque eres tú. Pero, la cosa es que te quiero...
Porque siempre seremos dos gotas de agua que siempre caminan juntas.
Porque siempre serás insustituible.

5 de junio de 2012

.Mentiras.

Me roza la mano,
el hombro, el brazo.
Y ahora sin pensarlo los labios.
Me coge, me suelta,
me trae y me lleva.
Me mira. Sonríe.
Y vuelvo a sentirlo.
Caricias. Cuidados.
Olores. Sabores.
Mentiras. 


[Diciembre, 2010]

.Palabras.

Deja que tus manos escriban. No mires. No rompas la magia.
Cura las heridas que hizo el pasado.
Escribe el poema de tu olor entre mis poros.
Mancha cada esquina de mi corazón con tus besos.
Oye mis latidos. Mis súplicas. Mis miedos.
Acaricia cada lágrima.
Rescátame de la historia que inventamos juntos.
Miente hasta que duelan las primeras veces.
Míralo hasta que se desvanezca.
Sonríe las despedidas.
Sé lo que eres.
Palabras. 


[Diciembre, 2012]

.Caprichos del azar.

Caprichosa, la suerte. Tímida y escurridiza. Sutil. Atrevida. Con cuerpo de mujer.
Sencilla.
Cálida. Fuerte. Frágil. Mimosa.
Agónica.
Temerosa.
Concurrida. Socorrida.
Y por los caprichos del azar te cruzas en mi camino. Te veo. Te miro. Te observo. Analizo cada uno de los recovecos de tu cuerpo, de tu piel, de tu abrigo. Serena.
Caminas. Te mueves. Me muevo. Te acercas. Te vas. Esperas. Y sigues.
Sigues como otro día más, Mazarine, como cualquier otro. Nuestros caminos se han encontrado, y tú... ¿y tú? Tú no haces nada, sigues, pasas de largo. De largo, como otro día cualquiera.
Otro día cualquiera: el abrigo rojo, la bufanda blanca, la nariz fría y la mirada perdida. ..Calidez en los movimientos. Aburrimiento en las pisadas. Sencillez en las sonrisas. Sigues siendo tú, como otro día cualquiera.
Y lo digo con asombro, y no salgo de él. No doy crédito. Ni débito. No doy ni visa. Ni si quiera en efectivo.

[Diciembre, 2010] 

.Pasen y vean.

Que la musa está apagada o fuera de cobertura. Que el tiempo no pasa. Que la vida nos miente. Que las horas corren fatigadas por llegar a la meta. Que el estrés me come el sueño. Que los sueños no se rompen. Que se guardan en un tarro de cristal. Que viven en burbujas. Que los dedos escriben sin saber qué dicen.
Que la musa se conecta. Que se levanta el telón. Que la música fluye pero no la oímos. Que el tiempo no corre, vuela. Gota, gota... pasen y vean.


[Enero, 211]

.Brócoli.

Góndola
del mar adriático.
Vuelan golondrinas
púrpuras e ígneas
de plumas esdrújulas
en un halo lúgrube, naúfragas sin brújula...
de lugares caóticos donde los ósculos duelen
pájaros que sobrevuelan el índigo océano
éxtasis de cárceles, carátulas sin ídolos.


[Enero, 2011]

.Escribir.

Existen mil formas de escribir:
escribir para sentir,
agarrarte al corazón,
latirte un sinvivir...
¡atento a la razón!
Poesía. Prosa. Hermanas siamesas de los renglones torcidos. Soldados en batallas que ya se han perdido.
Cientos. Miles.
Palabras que se agolpan, latidos que no laten, notas que se oyen, lágrimas que lloran.
Mentiras que se mienten,
verdades que se ocultan,
saberes que nos hacen
de la vida una locura.


[Febrero, 2011]

.¿Me pasas mi sujetador?

La lluvia ha empezado. Las gotas se oyen. El mar se revuelve y nosotros sólo nos amamos. Quedan segundos, quizá minutos… pero nos ahogaremos. Por eso, ámame ahora. Ahora, aquí y en silencio. Sin que nadie nos vea, sin que nadie nos mire. Y ustedes, que expectantes no pierden de vista la pantalla de su televisor, dejen de compadecerse de nosotros. Simplemente dejen de comer.
El tic-tac del reloj ha parado, ya no hay cuenta atrás. El tiempo no existe, se desvanece. El frío repiquetea entre tus huesos que se chocan con los míos. Ya no se oye nada, ni si quiera los gritos de fuera, pero no pasa nada mi amor, tú sigue amándome. Nuestras caricias se cruzan, lentas, con miedo. Nuestros labios se encuentran desesperados por inventar un trocito de tiempo. Bésame. Bésame porque es la única manera de saber que todavía no estoy muerta, de saber que todavía no estás muerto.
Tus manos empiezan a temblar sobre mis muslos, sobre mis senos. Me contagias tu miedo, tu frío. Y hasta el suelo, las paredes, el techo, la cama, el alma…tiemblan. Tiembla la tierra, y los lamentos de ese público. Pero no te asustes, sólo acaricia mi piel.  Siempre nos gustó la costa, el mar. Ahora más que nunca podremos recrearnos en él. Mi respiración se acelera. Tus latidos están más lejos que antes. Ya no te oigo. Sólo oigo el mar. Como cuando mirábamos la lavadora juntos. Siento que algo roza mi mano, quizás seas tú. Y te introduces entre los pliegues de mi cuerpo, como el agua que nos separa. Y hoy no llevo paraguas, y se me estropeará el pelo… pero me has besado. Lo has hecho. Antes de morir me has besado. Y me has amado.
Siento que me ahogo. La agonía inunda mis pulmones, mi boca, mi nariz. Tú te has ido. Ya no estás. Sólo me queda esperar la muerte.
Las miradas huyen persiguiendo las sonrisas. Las palabras se confunden con la risa. El tiempo pasa y ni se inmuta. Se cree dueño de todas las esdrújulas.
Tú sigues caminando como si nada te importase. ¿Qué más da?, sólo estoy yo.
Todavía me gusta besarte sin contacto. Pero más me gusta aún cuando lo hicimos aquel día. Si me acaricias la cara, la oreja, el cuello, el hombro, el brazo, el escote… y sigo con mis pensamientos el recorrido de tus labios. Si resulta que dormida oigo tu corazón, si resulta que tu respiración entrecortada me despierta, si resulta que el sueño se pega a mis pestañas… tú proponme irnos a dormir. Pero sobretodo pregúntame si quiero dormir contigo. Invéntame las ganas de besarte, invéntate las ganas de mirarme. Ciérrame los ojos, séllame los gestos, apaga la luz y tiembla.
¿Me pasas mi sujetador?

[Marzo, 2011]

.El arte de escribir "Lo siento".

La noche era fría. Llovía y yo iba descalza. No tenía miedo, la luz de las farolas me acompañaba. Yo a ellas no.
Anduve horas y horas a la intemperie aquella noche de Marzo. La gabardina me tapaba el cuerpo, la cara, los brazos. Sólo mis ojos y mis pies quedaban a la intemperie. La soledad me acompaña. El tiempo no corre. La lluvia se acompasa al latido de mi corazón. Mis pies caminan lento, notando el asfalto, clavándose algunos cristales. Las gotas me inundan los ojos. Los cierro y sigo caminando. Una gota cae desde mi frente hasta mi nariz y se suicida al vacío de mi boca. Otra gota. Lentamente recorre mi cara. Noto como baja. Abro los ojos de golpe. El corazón se me acelera. Hace rato que las farolas se apagan. Quizá mis pies fundieran las bombillas. Comienzo a andar más deprisa. Nunca me dio miedo la oscuridad, pero sí los pasos de la gente. El corazón se me acelera. En la calle oigo un tiroteo, y las ratas huyen despavoridas por mi presencia. Comienzo a correr, el corazón me ahoga. La lluvia me moja la gabardina. Giro de vez en cuando la cabeza. Hay alguien. No sé quién es, pero me da miedo. Sigo corriendo. Tengo miedo. Los charcos mojan hasta mis rodillas. Comienzo a cansarme, a ser débil, a ser frágil. Pero eso da igual. Nadie lo puede saber. La fragilidad, el miedo es pasa los débiles. Yo nunca he aparentado debilidad. No lo puedo hacer tampoco ahora. Vuelvo a girar la cabeza. Sigue ahí, observándome. Sigo corriendo. No soy capaz de verle. La oscuridad le arrastra, le protege, le cuida. La agonía me persigue. Sólo me mira. No deja de mirarme. Vuelvo la cabeza y ahí está él. De golpe. De pronto. Me paro en seco. Fatigada. Con lágrimas en los ojos. Él me mira. Me cuida, me mima. Le aparto de un golpe, le empujo y corro hacia atrás. Más miedo me da él que el otro. Corro hacia atrás. Tengo que encontrarle. De vez en cuando vuelvo la mirada pero no me hace falta entornar mucho la mirada. Él está ahí, mirándome con ternura. Se ha puesto a correr conmigo. Me ha cogido de la mano. Tengo miedo y él lo sabe. Y no le importa. Comienzo a correr más y más rápido. Y resbalo. Resbalo y le tiro. A los dos. No lo hice a posta. Lo siento. Él ahora, está en el suelo, sangrando. Su corazón agoniza. La sangre le inunda. A su alrededor un charco rojo. Él he venido. El otro. También tiene una herida: de tanto mirarme las gotas de mi caída le han mojado os ojos. No quería haceros daño. Sólo corrí por miedo. Pero eso ahora da igual. Ya me he caído. Y a vosotros sólo os importa eso. Ninguno me deja curarle. Me apartáis. Me miráis. Os dais la vuelta y os vais.
Lo siento. ¡Lo siento! Mi grito se pierde en el eco de mi miedo. La lluvia moja mi pelo. El corazón en un puño. Y mis lágrimas cayendo en el dedo gordo del pie. Por miedo, quise correr hacia los dos. Por miedo, quise tenerles a los dos. Y por quererlo, les he perdido a los dos. La calle vacía. Ya no se oye nada. De fondo una canción. Una cualquiera.
La noche llega a su fin, y a ella le da igual. ¿Qué más da? Sólo estoy yo.
No debí empujaros. Lo sé. Miro la calle y está vacía. El ya no está. Él tampoco. No están ninguno de los dos. Y aunque sentada en un charco, con toda esa agua que tanto me gusta, y las gotas repiqueteando en el suelo, me ahogo. Y aunque ya no sirva de nada. Aunque no estéis aquí ninguno de los dos: Lo siento.

Fdo: M 


[Marzo, 2011]

.Ábaco.

Escribir unos versos
sentada en la mesa de un bar.
Acariciar la vida
sentada en la mesa de un bar
Mirarte, reir,
pensar en el tiempo.
Y de pronto escribir unos versos y ver la vida
pasar entre cervezas y comida, entre risas
y silencio, entre miradas y caricias.
Caricias de las que no tocan. Caricias
de las que acarician. De las que permiten
el con-tacto con tacto.
Y de pronto debería escribir una palabra sobre una mirada. Y de pronto... no consigo escribirla porque no ocurre. Tal vez a alguien se le acabó la luz. Tal vez se fundió una bombilla, o un fusible. Tal vez me pongo mis zapatillas y se vierten recuerdos al suelo como el cristal.
Tal vez ocurran muchas cosas.
Olor fuerte a queso, a cebolla, a sentimiento.
Gafas, gorra, pelo. Una sonrisa. Unas
gracias. Un "buen fin de semana", una
pareja, un teléfono. Un mordisco. Una
sombra, un miedo, un hombre gordo.
Uno gordo como mi abuelo. Uno delgado
como mi abuelo. Un cerdo. Rojo y verde.
Corre. Corre la vida. Corre ese niño. Corre
el tiempo. Corre mi mano. Corre mi boli.
Corre.
Saluda. Corre. Ríe. Despierta la ciudad.
Despierta la mañana.
Se duerma mi colchón.
Tal vez vino alguien a decirme
que el mar se vierte
lleno de espuma
sobre mi tejado.
Quién sabe. Pues, tal vez un día
aparezca el acorde necesario
para despertar en mí esa dichosa música de jazz.
Y como todos ya sabemos
después del jazz viene el tango.
Y después del swing viene el concierto.
Y después del cuento viene el fin.
Como en un cuadro de VanGogh,
o tal vez de Picasso,
quién sabe si de Vermer,
me encontré un objeto del arte.
Un pincel, tal vez un lápiz,
(o una pluma, que es más sofisticado)
Y una mancha de grasa en el dintel.
Un caballero, con armadura y corcel,
una princesa que no estaba dormida, y
un sueño escrito en un papel.
El pasear lento, la virtud descolocada
en un cajón de la buhardilla.
El sujetador cuelga del pomo,
yo escribo lo que pienso,
o pienso lo que escribo.
Quizá ninguna de las dos.
O tal vez, los errores se encuentren bajo la
piel.
Es posible que estos versos sean objeto de
rencor. O tal vez sean mentira.
Aquí, cada uno con sus versos, y sus culpas y sus mentiras.
Yo, allá con las mías


[Septiembre, 2011]

2 de junio de 2012

Mr. H.

Ni en mis mejores tiempos fui capaz de averiguar lo que escondía. Ni lo que escondía él, ni lo que escondían sus ojos.

Vivía tras una sonrisa de hielo. Le gustaba hacerlo. Le gustaba estar al margen, mirar al resto sin ser visto. Esconderse tras el vaso de agua.
Así se presentaba: un tipo que pasaba de todo el mundo, un tipo que no quería cuentas con nadie. Un tipo frío y distante, pero lo suficientemente cercano como para que no se diesen cuenta. Un tipo que desaparecía sin decir cuándo volvería (ni si volvería). Un tipo.
A veces me lo imagino como una de las estatuas del Palacio Real de Madrid. Una maravillosa estatua en la que poca gente se fija. Pero que si te paras a mirar son maravillosas, bonitas... y hasta cálidas, me atervería a decir.
Creo que eso fue lo que me pasó: me paré a mirar, y miré. Y vi un montón de cosas tras ese hielo (porque al fin y al cabo, el hielo es frío... pero trambién transparente).
Vi miedo, pero también vi dulzura. Vi sencillez y cariño (o falta de él). Me encontré alguna que otra carta de amor, y pedazos de un corazón roto. Había millones de cosas, cosas que aún no conozco, incluso.
Y está bien así: me gusta no saberlo todo de él. Me gusta que él no sepa todo de mí. Me gusta poder intuirle.
Sin embargo, de vez en cuando me asalta la duda: ¿es acaso esa calidez que siento, que atisbo tras él, parte de la careta? No lo sé, pero las relaciones no están hechas para desconfiar. Así que confío. Confío y me quedo aquí dentro, descubriendo tras sus poemas lo que él me quiera venir a enseñar.

Hoy en la parte inferior de mi ventan averiguo una luna semillena a través de la mosquitera que mi padre instaló hace tiempo. Averiguo una luna alzándose entre el ángulo que forman las paredes del edificio.
Sin embargo, todavía hoy sigo sin averiguar qué esconden sus muecas.

Fue una época oscura. Fue entonces cuando nos conocimos.

1 de junio de 2012

.Silencio.

A veces no hay mucho que decir
porque todo quedó dicho
(con dos gritos y una lágrima).
Porque sobran las palabras
cuando no hay nada que decir
(si acaso la luna tenga algo que brillar)
-Si yo no lo sé,
pregúnteselo a ella-.
Y es que, a veces,
(hacen) faltan las palabras
para decir lo que se siente.