30 de marzo de 2015



Has crecido sobre mí
una frontera desde tu lengua
condenándome a vivir en otro lado.
Has dicho el gesto:
"está la mano pero no la cara,
está el cuerpo pero no la niña"
Has tallado el miedo
puliendo la superficie del silencio,
has construido mi mirada
en tus ojos
así que cierro los párpados
para no ver
pero aquí sí hay arrugas,
aquí hay una guerra abriéndose
entre tu palabra y mi piel
y me descubro enmarcada
en este espacio
viendo construir real ese lugar
concediéndole la vida
esculpiéndome la voz.
Pero sólo es mi piel
hablándome al espejo,
sólo es mi cuerpo,
sólo tu mano
diciéndome
"yo soy    sólo    esto:
la piel que me toco"

24 de marzo de 2015

"Mira,
una avalancha.
Viene a sepultarlo todo."

(María Pámpanas)

Una bañera en la punta de la lengua
me acoge el peso
zozobrando al agua los delirios.
Brotan manantiales
escupiendo en cascada
el azufre de este cuerpo,
sonando de esta piel tierra
flores en la caricia del desprecio.

Busco en la cuenca de mis manos
el inicio del desagüe,
exijo a mis dedos la palabra
que contenga esta avalancha
pero hallo

bullendo a las piedras.

Observo la belleza del suicidio de esta araña,
regando azufre
en las migas atascadas de mi pelo.

Un campo de plomo fundido sobre el labio
precipitará sobre la herida
Me abandono al arañazo.

Acomodo los dedos hacia la melodía,
sabiendo que un pie alargará la queja.

Resquebrajan los filos para ti
que esperas en el frío
el camino de esa mano

y se hace grieta

se caen

y todo es culpa.

20 de marzo de 2015

Los restos de la noche

Hay cientos de ojos
anudando los pasos
esperando a la caída,
juzgando el tropiezo.

Me miran las cuerdas,
en el fracaso espectante desde la boca de mis padres
yo    siempre he sido buena y títere.

Se violenta la noche,
ato dos yunques a mis piernas
no puedo andar
sólo tengo que abrir los ojos
y ya están abiertos

Aplaudo tu inmovilidad.

Se yergue sombra el cuerpo en otros pies.
Feroces los recuerdos se adelantan a la muerte
y en sus restos vivo el día.

Ordena despacio el nido,
los balances rotos de
                      dos azucarillos, por favor,
                                                      mas sin embargo
                                                         no      me     escuchas.
Arruga tu diálogo en mi frente
me ahogas

la cabeza.

Miro el guión y no hay pautas para gritar la rabia
Enmudece la respiración en la huída.

Con tiento construye en la palabra
la rata y la roca
con la que has de cortarte los pies
siendo acantilado de astillas
lejos
ya

de aquí.

Sé que me estás llevando a una trampa,
y me gusta.
Tengo miedo
y me gusta.
Descubro la risa en mi voz,
ahora ya, sola,
me han encontrado.

Anticipas mi destino y no escapo
el dolor te lo llevas tú.

Aplaudo tu muerte.

Y después nada
¿No lo ves?
Ya
nada.

16 de marzo de 2015

Botijos

Mis manos
se acaban en las teclas
pero te escribo ahora que todavía estás
y yo puedo recordar con calma.


Paseo la memoria por las paredes de esta habitación.
La colección familiar de figuritas del roscón de reyes sigue en la casa de madera. En cada una de ellas un roscón y un rey distinto, siempre los mismos. La mesilla de noche y corcho descansa quieta ahora que ya no la escribo. Levanto los tapetes que me obligabas a quitar y ahí están mis colores, pintando la tabla. Hay fotos en las estanterías y mis muñecos sobre la cama. Todos queriendo polvo sobre sus hombros; todos, avariciosos, cubiertos.

Nadie sabe que guardo tu broche azul en un cajón de mi cuarto, para no olvidar que una vez fuimos reinas de la cocina mientras hacías sopas de marisco o tortilla francesa. Enharinábamos la mesa y me dejabas hacer bastones, ruedas y eses y jotas, círculos y lazos y ochos. Me dejabas volar los rizos más allá de mi pelo, poner nombres distintos a lo mismo. Freír cáscaras de limón.
Me dejabas ser niña, contigo, siempre de la mano.

Vagabundo de una casa a otra desde este cuarto y siguen tus cajas en las mismas alacenas y el taburete con todos los hilos con que cosiste mi infancia en los muñecos. Mi foto está sobre la despensa y aún te sabes en mi memoria cada especia con los ojos cerrados y la nariz abierta.
Cantamos burlas y juegas conmigo y me haces cojines diminutos donde clavar mis alfileres para que aprenda a coser contigo. En la calle me regañas porque me voy a caer con la bici, pero nunca te enfadas si desaparezco durante horas en el jardín del vecino para ver sus flores.

Tienes el pecho más bonito del mundo para abrazarte desde la cintura, sentada en tu butaca marrón haciéndole alguna bufanda a mi muñeca.

Haces colección de botijos. Tienes más de seiscientos y sólo una vez me dejaste tocarlos.
Los limpiabas siempre con diligencia y cuidado, tarareando cualquier canción que más tarde me enseñarías.

Vuelves a tu cocina, con el delantal y me pones el mío como si de la corona más hermosa se tratase. Es domingo de reyes, el árbol está lleno de regalos y tú y yo hacemos chocolate caliente en la cacerola. Papá compra churros y partimos el roscón. Este año la figurita me toca a mí, y con la corona en la cabeza, la coloco en su casita, junto al resto. He contribuído a la historia familiar.

El abuelo riega con la manguera tus geranios y tú y yo nos escondemos para que no nos moje. Reímos. Hay risa en nuestros labios, que se miran cómplices de este juego. La felicidad se hace contigo y sin ese ratón que un día corrió por el jardín espantado por mis gritos y su presencia.

Esta noche cenamos pipirrana y tú me cubres los hombros con tu chaqueta azul. Me enseñas a bailar una jota y un paso doble en la verbena. Me repites una y otra vez todas las canciones, cantando despacio para que me las aprenda.

La cajita del dinero y los pendientes. Mis juguetes. La piscina. Tus fotos.

Paseo los ojos por las paredes de esa habitación. Uno lo compraste en un viaje a Almería, con papá y los tíos. Otro se rompió y ahí sigue, pegado, aunque le falte algún trozo. Ese te lo regalé yo cuando volví de Roma. Aquel que cuelga del techo fue nido de pájaro cuando anidaron las golondrinas en el balcón de casa.

Has guardado tu memoria en ellos. Has escrito en sus curvas los detalles.

¿Quién va a cuidar ahora de tus botijos?

3 de marzo de 2015

Oasis

Desde la grieta oscura miro
el oasis que ves,
detrás
la nada
sólo la roca arena.
Se hace hormiga tu palabra
descendiendo a la raíz
y cree el viento        su silencio
Suyo.
La tierra apremia
la raíz empuja
y tú, todo oasis,
hablas en el detalle.
Convencí al poema que mío
en el miedo,
cavé el huevo en el discurso
desde abajo
Apostillan      mi boca estos gusanos,
estoy en el paso,
en el zapato
sin que nadie escuche ni mire ni hable.
Se hace frío en el espejo
y crece nieblas

pero rejas.

Escondo la grieta
vuelo el trazo
llevo el silencio hacia la sombra
desciendo hormiga en la raíz

pero tú,
Oasis.