Los ladrillos que te veo
se separan
a fuerza de grito constante.
Mi rutina de hundir
los colores en tus juntas,
tu gracia de ser impermeable.
Me acerco a la ilusión perceptiva
de tu muro,
alejo la mano de mi cuerpo
y no llegas.
Los ladrillos que te veo
se dibujan en mis grietas
y me grito porque no me oyes.
La costumbre de sacar la voz
siempre hacia el papel,
el dolor de salirme
de tus ojos.
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