4 de marzo de 2012

Volátil


Tu mano me crea, me traza entre otras que vienen y van. Persigo tu boli. Huyes. Paras, piensas y punto y a parte.
Das saltos de línea en línea adueñándote de mi poema. Ahora soy yo la que huyo. Ahora tú el que me persigues.
Parece un juego de niños. Corremos el uno tras el otro. Nos escondemos, no vaya a ser que me veas. Mis pisadas hacen sonar las teclas del piano… casi me descubres. Sigo corriendo. Me fatigo. Continúas escribiendo. Ahora me toca a mí.
¡Deja de correr, no ves que nunca me alcanzarás! Pero te escondes sin que te vea. Y me da miedo, me angustia… ¡vuelve!... es sólo un juego de niños, no tengas miedo.
Sigo escribiendo. Ya sin fuerzas… Has dejado de perseguirme. Miro hacia atrás y no hay nadie. Te echo de menos. Sigo andando, pero no vienes. Aminoro el paso, e incluso me siento.
-¿Ya no vas a volver? Lo siento, no quería asustarte.
Camino ya cabizbaja, cansada. Mis pisadas parsimoniosas, crueles, me recuerdan que te perdí, que te has ido. A veces me tiro días y días, u horas y horas (ya no lo sé) ahí, tirada, recordando lo bonito que fue. Recordando las risas, los saltos, el pilla-pilla. Recuerdo cuando… y de pronto apareces igual que te fuiste, sin que te vea. Y me pisas. Y reconozco tu pisotón. Se me dibuja una sonrisa en la cara: has vuelto. Te encuentro de frente, mirándome fijamente, sonriendo.
-¡Cómo te he echado de menos! ¿Y tú a mí? -
Pero no te has parado, ya te has puesto a correr. El juego continúa: vuelves a correr, a escribir, a huir; volvemos al juego donde tú me pisas donde quiera que vaya y yo te beso con cada palabra. ¡Conquistar el mundo! Ese es el juego que nos inventamos, ese juego de niños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario