9 de julio de 2014

Reflexión-promesa


No estoy harta de sentir
ni de amar
ni de cometer errores
ni de hacer el gilipollas por algún que otro tío.
No estoy harta de ser humana
ni de vivir.
Pero sí estoy harta de cometer
siempre el mismo error:
que es que no me cuido.

Hace no mucho descubrí que era la chica faro, la que siempre estaba alumbrando a todos pero donde luego nunca nadie se quedaba. Pensé que debía estar ahí arriba para cuidar a la gente, porque eso es lo que he querido hacer toda mi vida: cuidar de las personas que me rodean. Pensé que debía estar ahí porque si no, la luz se apagaba. Pensé que cuidando al resto me cuidaba a mí misma.

Pero no.

Cuidando al resto no me cuido yo. Cuidando a los demás, les cuido a ellos y nada más.
Y me gusta hacerlo. Me gusta cuidarles.
Pero yo también tengo derecho a ser cuidada. Y lo voy descubriendo poco a poco, gracias a la gente que tengo a mi lado.
Y a la que no.

Hoy he decidido que estoy harta de mirar al mar y sólo desearlo.
Yo
que siempre he sido agua y estoy más cómoda cuando estoy cerca de ella,
en ella, deshecha en sus adentros.
Yo
que he mirado durante tanto tiempo al mar, desde arriba,
con temor a que si me iba de ahí, la luz del faro se apagase.
Yo
que he me he hecho responsable voluntaria de que esa luz que guía hasta casa siguiese latiendo.
Yo
hoy
he decidido que me bajo del faro y me voy a nadar.
Que tengo derecho a disfrutar de lo que me hace sonreír.
Que la luz está en mi mirada y no en la bombilla que hay donde vivo.
Yo
hoy
he decidido salir a cuidarme.

Y no, no nos confundamos. Este texto no va para nadie. Sólo va para mí. Es una especie de reflexión-promesa
(de las de verdad, no de las que hacemos cuando estamos enamorados,
de las que hacemos cuando somos amigos)
una reflexión-promesa que me hago a mí misma:
vas a cuidarte, Sara. Y vas a hacerlo porque te lo mereces
                                                                                         de
                                                                                             una
                                                                                                   puta vez.
Y resulta que el otro día miré por la ventana y vi que hay alguien esperándome abajo,
dispuesto a chapotear conmigo.

Me voy con él.
Si me buscáis estoy con mi salvavidas.

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