23 de septiembre de 2012

Lluvia de Otoño.

Llueve por mi ventana.
Y Madrid que esta mañana vestía de sol y rojos tejados
desaparece ahora bajo la niebla
para dejar mi alma recogida
en el espacio entre mi ventana y el fin del alféizar.
-que es el fin del mundo para mi hada
y un hueco del tamaño del planeta
(el más pequeño del universo, claro)-

...
Y en línea recta desde mi nariz,
(pegada al cristal),
atravesando el barrote de esta carcel de mentira,
se ilumina lo que mi ojo izquierdo ve
para pintar de amarillo esperanza el futuro más lejano,
de sombras inciertas los edificios de mi ojo derecho,
y de luz y reflejo las casas vecinas.

...
Pero el futuro,
esta tarde de domingo,
me come la ventana, los ojos y el alma.
Viene preparado para pelear,
con ejércitos de lluvia
que me cubren las espaldas
alumbrando el camino que me queda por andar.

...
Y así, ahora,
con la lluvia sobre mi tejado
y la luz amarilla
se van descubriendo el presente y el futuro
con claros y nubes
y un incierto horizonte
que se define con la luz de los que aman
y las gotas de mi ventana.

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