5 de junio de 2012

.El arte de escribir "Lo siento".

La noche era fría. Llovía y yo iba descalza. No tenía miedo, la luz de las farolas me acompañaba. Yo a ellas no.
Anduve horas y horas a la intemperie aquella noche de Marzo. La gabardina me tapaba el cuerpo, la cara, los brazos. Sólo mis ojos y mis pies quedaban a la intemperie. La soledad me acompaña. El tiempo no corre. La lluvia se acompasa al latido de mi corazón. Mis pies caminan lento, notando el asfalto, clavándose algunos cristales. Las gotas me inundan los ojos. Los cierro y sigo caminando. Una gota cae desde mi frente hasta mi nariz y se suicida al vacío de mi boca. Otra gota. Lentamente recorre mi cara. Noto como baja. Abro los ojos de golpe. El corazón se me acelera. Hace rato que las farolas se apagan. Quizá mis pies fundieran las bombillas. Comienzo a andar más deprisa. Nunca me dio miedo la oscuridad, pero sí los pasos de la gente. El corazón se me acelera. En la calle oigo un tiroteo, y las ratas huyen despavoridas por mi presencia. Comienzo a correr, el corazón me ahoga. La lluvia me moja la gabardina. Giro de vez en cuando la cabeza. Hay alguien. No sé quién es, pero me da miedo. Sigo corriendo. Tengo miedo. Los charcos mojan hasta mis rodillas. Comienzo a cansarme, a ser débil, a ser frágil. Pero eso da igual. Nadie lo puede saber. La fragilidad, el miedo es pasa los débiles. Yo nunca he aparentado debilidad. No lo puedo hacer tampoco ahora. Vuelvo a girar la cabeza. Sigue ahí, observándome. Sigo corriendo. No soy capaz de verle. La oscuridad le arrastra, le protege, le cuida. La agonía me persigue. Sólo me mira. No deja de mirarme. Vuelvo la cabeza y ahí está él. De golpe. De pronto. Me paro en seco. Fatigada. Con lágrimas en los ojos. Él me mira. Me cuida, me mima. Le aparto de un golpe, le empujo y corro hacia atrás. Más miedo me da él que el otro. Corro hacia atrás. Tengo que encontrarle. De vez en cuando vuelvo la mirada pero no me hace falta entornar mucho la mirada. Él está ahí, mirándome con ternura. Se ha puesto a correr conmigo. Me ha cogido de la mano. Tengo miedo y él lo sabe. Y no le importa. Comienzo a correr más y más rápido. Y resbalo. Resbalo y le tiro. A los dos. No lo hice a posta. Lo siento. Él ahora, está en el suelo, sangrando. Su corazón agoniza. La sangre le inunda. A su alrededor un charco rojo. Él he venido. El otro. También tiene una herida: de tanto mirarme las gotas de mi caída le han mojado os ojos. No quería haceros daño. Sólo corrí por miedo. Pero eso ahora da igual. Ya me he caído. Y a vosotros sólo os importa eso. Ninguno me deja curarle. Me apartáis. Me miráis. Os dais la vuelta y os vais.
Lo siento. ¡Lo siento! Mi grito se pierde en el eco de mi miedo. La lluvia moja mi pelo. El corazón en un puño. Y mis lágrimas cayendo en el dedo gordo del pie. Por miedo, quise correr hacia los dos. Por miedo, quise tenerles a los dos. Y por quererlo, les he perdido a los dos. La calle vacía. Ya no se oye nada. De fondo una canción. Una cualquiera.
La noche llega a su fin, y a ella le da igual. ¿Qué más da? Sólo estoy yo.
No debí empujaros. Lo sé. Miro la calle y está vacía. El ya no está. Él tampoco. No están ninguno de los dos. Y aunque sentada en un charco, con toda esa agua que tanto me gusta, y las gotas repiqueteando en el suelo, me ahogo. Y aunque ya no sirva de nada. Aunque no estéis aquí ninguno de los dos: Lo siento.

Fdo: M 


[Marzo, 2011]

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