13 de mayo de 2015

Aquí todas las bestias han venido en traje,
todas han venido en pijama.

Mamá ha coleccionado los cuadros de mis Bestias en la repisa del salón. A veces se le olvida y los invita a cenar, pero no les gustan las alcachofas. A los cuadros no les gustan las alcachofas.
Nunca me he acercado a verles. Mamá dice que son quietos, pero yo les veo demasiado vivos y a veces, mamá se olvida.
Siempre dice que la planta que nos regaló la abuela está tan vieja como ella. A veces se olvida y la riega. Le ha comprado un compañero de juegos para que hagan juntas la fotosíntesis. La etiqueta dice que es de plástico chino, yo quiero creer que es de Taiwán.
Ayer bajó a la compra con las bolsas vacías. A veces se olvida. Mamá a veces se olvida.

En el jardín de padre, las criaturas más extrañas que he visto nunca reflectan los colores de una sombra. Allá, las Bestias me saludan. Hemos aprendido las extrañas costumbres de las flores. Aunque papá me regaña.
Se ha comprado un caballito de mar para recorrer el campo sin cansarse. A veces también mete barquitos en la bañera y hace olas y salen monstruos marinos desde sus rodillas. Siempre ha tenido unas costumbres un poco excéntricas. Yo preferiría los cocodrilos.

Por mi parte, me he comprado un cactus. Si no se me muere me compraré un gato. En todas las casas debería haber alguien un poco vivo. Si no se muere.
Todas las noches vienen los mecánicos a arreglar alguna tubería. Siempre se equivocan de pieza y me dejan las manos cambiadas de sitio.
Hace no un momento quise alargar a Dreidel, e Isabel ya no juega con Nino. Hemos escrito la música en un rato por si -dice la abuela que al que come y canta un tornillo le falta. Pero aquí nadie viene a verme. Se han caído las escaleras por el desagüe del lavabo y los espejos nos miran extrañados: "todos tan bien vestiditos -piensan- para el primer día de colegio".

Creo que la casa está creciendo. Se hacen todos tan mayores. Cuando te quieres dar cuenta el gradiente de concentración de aquel libro ha anulado el techo. Sí, las casas también mudan de piel. Aquí somos todos un poco serpientes y susceptibles de ser encantadores.

Pero a mamá se le siguen olvidando las alcachofas y padre sigue prefiriendo los barquitos.
Yo, por mi parte, he matado el cactus.

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