17 de agosto de 2014

Trachimbrod



Toda la vida es una búsqueda constante de nuestro Trachimbrod.

Recolectamos recuerdos del pasado contenidos en objetos
que guardamos en cajas
intentando cerrarlas toda nuestra vida
como si así fuesen a cerrarse las heridas.

Vivimos compartiendo el asiento trasero de un coche destartalado y azul
con un perro viejo y gruñón, un conductor ciego y un intérprete de nuestra lengua.

Vivimos buscando la historia (con minúscula)
que dé respuesta a nuestro viaje.

Vivimos buscando un lugar al que llegar
donde quedarnos.
Vivimos pensando que vamos a llegar a algún lado,
para acabar dando vueltas en círculos
porque si el mundo es redondo yo no sé qué es ir adelante.
Vivimos sin saber a dónde vamos,
pero cuando llegamos estamos seguros de que ese es el sitio.

Y al final, encontrar Trachimbrod:
ahí donde habitan nuestros recuerdos,
ese lugar por el que no pasa el tiempo.
Un paraíso de girasoles y sábanas blancas
donde reconciliarnos con nuestro pasado,
atrevernos a abrir las cajas llenas de polvos y recuerdo
y hacer un último viaje al otro lado del río.

Enterrar todo lo que una vez fue tormento
because everything is illuminated by the light of the past.

2 comentarios:

  1. y, a veces, llegar a Trachimbrod para tomar conciencia de si las respuestas estuvieran, estarían ahí, pero no están. Y entender (como se entiende todo, progresivamente), que tal vez no vayamos a encontrar respuestas que cierren cíclica, encajadamente nuestra historia pero eso no es ni remotamente una excusa para no agarrar el puñado de tierra de Trachimbrod. .

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  2. Ni cíclica ni encajadamente nuestra historia puede ser contada, pero siempre, para contar una nueva historia, hay que pasar por un punto del pasado, por una de las cajas de Trachimbrod. Como una espiral: para crear una nueva, hay que pasar obligatoriamente por uno de los puntos anteriores. Como una manta de retales: para coser un nuevo cuadrado hay que anclarlo a uno que ya estaba antes.
    Yo creo que las respuestas sí están en Trachimbod, pero atendiendo a qué preguntas, claro. Y ese puñado de tierra trachimbodiana siempre siempre merece la pena.

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