19 de noviembre de 2015

"Hay una mujer plasmada en mi mesa"

Todos los hombres que he amado nunca me han escrito un poema y sin embargo sigue lloviendo.
A veces la niebla convierte Londres en una aldea japonesa al otro lado del océano. Y entonces ocurre que vuelo y se me anclan los pies al suelo.
La tercera guerra mundial está cociéndose mientras yo me acabo esta copa de vino que siempre relleno (por miedo, no vaya a ser).
Dice [incrustar nombre] que los muertos ya no lloran su sonrisa y que el amor es una cárcel. Pero él no conoce el amor y sin embargo yo le amé. Aunque a Raquel no le guste.
Octubre tiene sabor a mar. Una vez intenté escribir todo un campo de trigo, incluso lo intenté despacio. Pero el océano necesita agua.
Octubre tiene sabor a mar y mis dedos escriben de sal.
Del allí nacen las olas y a él vuelven todos los pájaros de Londres.
Octubre tiene sabor a mar porque el océano necesita agua y no hay sino en Vigo una lluvia más verde que aún estos ojos no han visto.
Día 7 de este refugio. Las gaviotas han vuelto y admiro la tormenta desde este cristal. Nunca me abandona el miedo si continúo subida al cielo.
Una vez alguien a quien quise y quiero me dijo que era fuerte y flexible como el bambú. También él necesita agua.
Noviembre se está sucediendo y me regresa a la escritura, me devuelve el hábito de la palabra. La luz de esta capa espesa de nubes pronuncia un credo en el que no cree y las campanas de St's Paul confirman que el mundo juega sin risa. El mundo está escribiendo una sonrisa de payaso.
Pero aquí, al menos, no han matado la belleza.
Hay todavía, un hogar en mí.

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