Un buenos días entre ronroneos. Tus ronquidos en mi piel a las 3 de la mañana. La taza en el fregadero con los restos del café. Migas de pan en el mantel. Las huellas de la lluvia como lágrimas en mi ventana. Todo eso que no te sonreí y aquello que me dejé escrito en el cuaderno. La ropa, goteando, a medio tender. Mi pinza del pelo sin un diente en el flexo de tu cuarto. Los besos en tu portal. Un tropiezo con tus pies, torpes, en mi acera. Un paraguas del revés. Una sonrisa entre lágrimas. Un agudo desafinado en la blanca soledad de mi bañera. Los cordones desatados y las sábanas deshechas. Un boli sin tinta, el cepillo de dientes sin la tapa, y una coleta mal hecha. El bote del gel chorreando champú. Y tu boca manchada de chocolate. Poemas a medio terminar, libros sin leer, y canciones interrumpidas por tus llaves. Bailes de salón, guitarras sin cuerdas y tus manos bajo mi piel.
Tú recién despierta.
Mensajes sin mandar. Construirnos a latidos, uno al otro, separados, pero juntos. Darnos la mano y echarnos para atrás porque nuestros dedos no encajan. Tus malditas manías tan queridas por mi espalda. Un bostezo entre discursos.
Una sonrisa estando sola. Mi reflejo en el cristal. El vagón medio vacío. Dos besos y un abrazo en un descuido si me miras. Una rosa. La lluvia. Que se te derrita el helado o me rompas un vaso en la cocina. La lavadora rota cerca de tu cuarto. Que no funcione un casco. Que me quites la palomita que quería. Una sonrisa en un día raro.
Pequeñas torpezas inacabadas.
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