y yo, que estuve a punto de creérmelo
acampé fuera,
y aprendí a quererme
estando sola.
La tan temida soledad era esto:
contarme los lunares de la espalda,
dibujarme constelaciones,
hacerme poesía, poetisa y musa
de mí misma.
Saberme encontrar entre las cicatrices.
Aprenderme
hasta la última de las canciones
que suenan a acordeón.
Arrancarme sonrisas.
Para mí la soledad era eso:
dibujar corazones con mi nombre dentro
en la pared de mi cuarto.
La tan temida soledad era eso:
quererme.
[Y cómo molan los corazones de mi cuarto]
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