La
lluvia ha empezado. Las gotas se oyen. El mar se revuelve y nosotros
sólo nos amamos. Quedan segundos, quizá minutos… pero nos ahogaremos.
Por eso, ámame ahora. Ahora, aquí y en silencio. Sin que nadie nos vea,
sin que nadie nos mire. Y ustedes, que expectantes no pierden de vista
la pantalla de su televisor, dejen de compadecerse de nosotros.
Simplemente dejen de comer.
El
tic-tac del reloj ha parado, ya no hay cuenta atrás. El tiempo no
existe, se desvanece. El frío repiquetea entre tus huesos que se chocan
con los míos. Ya no se oye nada, ni si quiera los gritos de fuera, pero
no pasa nada mi amor, tú sigue amándome. Nuestras caricias se cruzan,
lentas, con miedo. Nuestros labios se encuentran desesperados por
inventar un trocito de tiempo. Bésame. Bésame porque es la única manera
de saber que todavía no estoy muerta, de saber que todavía no estás
muerto.
Tus
manos empiezan a temblar sobre mis muslos, sobre mis senos. Me
contagias tu miedo, tu frío. Y hasta el suelo, las paredes, el techo, la
cama, el alma…tiemblan. Tiembla la tierra, y los lamentos de ese
público. Pero no te asustes, sólo acaricia mi piel. Siempre
nos gustó la costa, el mar. Ahora más que nunca podremos recrearnos en
él. Mi respiración se acelera. Tus latidos están más lejos que antes. Ya
no te oigo. Sólo oigo el mar. Como cuando mirábamos la lavadora juntos.
Siento que algo roza mi mano, quizás seas tú. Y te introduces entre los
pliegues de mi cuerpo, como el agua que nos separa. Y hoy no llevo
paraguas, y se me estropeará el pelo… pero me has besado. Lo has hecho.
Antes de morir me has besado. Y me has amado.
Siento
que me ahogo. La agonía inunda mis pulmones, mi boca, mi nariz. Tú te
has ido. Ya no estás. Sólo me queda esperar la muerte.
Las
miradas huyen persiguiendo las sonrisas. Las palabras se confunden con
la risa. El tiempo pasa y ni se inmuta. Se cree dueño de todas las
esdrújulas.
Tú sigues caminando como si nada te importase. ¿Qué más da?, sólo estoy yo.
Todavía
me gusta besarte sin contacto. Pero más me gusta aún cuando lo hicimos
aquel día. Si me acaricias la cara, la oreja, el cuello, el hombro, el
brazo, el escote… y sigo con mis pensamientos el recorrido de tus
labios. Si resulta que dormida oigo tu corazón, si resulta que tu
respiración entrecortada me despierta, si resulta que el sueño se pega a
mis pestañas… tú proponme irnos a dormir. Pero sobretodo pregúntame si
quiero dormir contigo. Invéntame las ganas de besarte, invéntate las
ganas de mirarme. Ciérrame los ojos, séllame los gestos, apaga la luz y
tiembla.
¿Me pasas mi sujetador?
[Marzo, 2011]
[Marzo, 2011]
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