Tengo una cajita llena de recuerdos
que me encuentro por la calle,
tirados en cualquier acera,
al lado de cualquier árbol,
entre las baldosas de un camino triste
y griste.
Es que me gusta imaginarme sus historias,
pensar en quién era el dueño de eso,
por qué lo que ha querido perder
por descuido.
Me gusta pensar que alguien dejó ese objeto
para otro alguien que no fuese yo,
con la débil esperanza de que fuese encontrado
para contarlo.
Y es que recojo recuerdos
con la esperanza de encontrar un día
una carta de amor tirada desde una ventana
que se despida diciendo "adioses como pedradas"
con el único fin
(o el único consuelo)
de contar algo a alguien,
con el único fin de ser leído,
con el único fin
de existir de nuevo.
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