11 de febrero de 2013
Aprendamos de la calle.
Aprendamos de los niños que corren detrás de las palomas, como si no hubiese mañana. Aprendamos de los jóvenes que se sientan en las plazas a luchar por sus derechos. Aprendamos de las estatuas vivientes que sacan sonrisas. Aprendamos de las familias que se quieren. Aprendamos de los artistas que comparten lo más profundo de su alma. Aprendamos del ruido, ese pequeño desconocido que tan poco nos gusta. Aprendamos de las parejas que bailan frente a los mariachis su primer vals (el mismo que bailan cada vez que les oyen.) Aprendamos de los quiosqueros, de los panaderos, que siempre tienen un ¡Buenos días! para tí. Aprendamos de los ancianitos, que dejan correr lo que les queda de vida entre cariño, templanza y sensatez. Aprendamos de los pobres, que sobreviven sin quejarse, que aguantan día tras día las miradas despojosas de los transeuntes. Aprendamos de la calle, esa vieja amiga, de toda la vi(d)a, la que nos deja mirar desdeñosos, llorar, reir a carcajadas, pasar por ella sin pies ni cabeza (ni corazón). Aprendamos de la calle, sin su mañana y con su pasado, con su guitarra y sus fusiles, sin un segundo que le pase desapercibido. Aprendamos de la calle, a vivir como si no hubiese mañana. Aprendamos de la calle, a defender nuestros derechos. Aprendamos de la calle y sus sonrisas, su amor. Aprendamos de la calle a compartir nuestra alma. Aprendamos de la calle a no dejarnos pisar, a no pisar al otro, a bailar la música. Aprendamos de la calle a decirle ¡Buenos días! a la vida con cariño, templanza y sensatez, con aguante y valentía. Aprendamos de la calle. Aprendamos de la calle porque en la calle están los poetas, los escritores, las actrices, los actores, los cantantes, los músicos y los pintores, los mimos, los artistas, la gente. Aprendamos de la calle, porque en ella está la gente.
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