Todo se precipita, se arremolina a la puerta del alma, esperando a encontrar la rendija por la que entrar estrepitosamente y romperlo todo, hacer mucho ruido. Demasiado ruido. Demasiado. Demasiado para el nivel de decibelios que pueden aguantar mis oídos.
Hoy me he levantado y he pensado pasado mañana se va. Se va pasado mañana. Hoy, mañana, pasado. Sólo quedan dos días. Parece que el tiempo pase tan rápido.
Y entonces he pensado que podría decir se va el jueves, y aún sabiendo que es pasado mañana no sería tan grave, no se te hace tan presente. Cuando incluimos la palabra mañana todo se acerca, se hace más personal, queda menos.
Y duele más.
Las distancias se acortan según qué palabras.
Eso es lo que me duele. No puedo no pensar en ello. Quiero decir que no pensar no va a hacer que no ocurra. No es como cuando tienes miedo de que pueda pasar algo... eso sí puedes evitarlo si no lo piensas, pero esto no. Esto es un trozo de realidad en forma de yunque lanzado a mil por hora encima de mi cabeza.
Como el coyote. Sólo que esta vez acierta, y el correcaminos no se va.
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